El retorno de los vicios
Quizás los argentinos debamos recuperar nuestros viejos y olvidados libros de economía en los que nos nutríamos de teoría para explicar nuestra cultura inflacionaria. Porque lamentablemente somos ciclotímicos, el ingreso a una devaluación no tendrá freno. Es ridículo pensar que la sociedad se atará a una conversión de $ 1,40 por 1 u$s. En pocos meses, el valor será 10 a 1. Porque los argentinos pensamos en dólares y en esto no se usa la cabeza sino la pasión. Antes de la convertibilidad, las casas tenían precios en dólares, los coches y hasta los sueldos eran medidos en la moneda estadounidense. Por ello, cuando Domingo Cavallo nos dio la gracia de la Ley de Convertibilidad a principios de los 90, tuvimos los años de mayor crecimiento y crédito jamás visto. Porque con la paridad, tomábamos préstamos en u$s en un contexto de inflación nula (tuvimos la mas baja del mundo en los últimos 5 años) y con la consciencia de que ganábamos en dólares.
Faltan horas para abrirle la barrera a la locomotora devaluatoria y ya se activo otro mecanismo que es el de la inflación, porque erróneamente lo consideramos ligado.
La devaluación es la paridad que una moneda tiene contra otra, basado en muchos factores técnicos pero fundamentalmente en la confianza en que inspiran.
La inflación, en cambio, tiene dos componentes. Uno es el técnico, cuando en la estructura de la conformación de costos algunos de los pasos varía su precio. Por ejemplo, si un insumo aumenta $ 4 y ello es un 10 % del costo total, el precio final (sin efecto "cascada") aumentaría solo $ 0,40. Pero en todos los pasos de la comercialización se opta por incrementar por ejemplo un 15 %, teniendo casi un 50 % de aumento en el precio final. El componente emocional, en cambio, maneja el precio en función de regular la oferta y la demanda, para "calentar" o "enfriar" la economía de acuerdo a los ritmos de producción. Pero en esta historia todavía sin definir aún quedan dos jugadores importantes, que son los deudores en dólares y los acreedores. Quizás de algunos de estos dos sectores salgan los principales perjudicados y son los que mas atentamente esperan los anuncios del viernes. Quienes tampoco quieren la desdolarización son las empresas privatizadas, porque sus tarifas no tendrán el poder recaudatorio que tuvieron durante estos años. Los españoles, por ejemplo, creen que durante el 2002 perderán u$s 3.000 millones. Claro que no nos engañemos, ya que han ganado varias veces esa cifra. Bienvenidos los viejos monstruos.
Enero 2002-01-03 ©