El falso orgullo y la verguenza del presente
Cuando vamos a recibir visitas nos preocupamos de ordenar la casa, tapar los remiendos de la pared, nos vestimos adecuadamente y nos ponemos las mejores ropas. Las miserias, flaquezas y "verguenzas varias" se guardan para la intimidad. Nos interesa que no se sepa por donde estamos yendo mal. Una nota de la DW (Televisión estatal de Alemania) con motivo de la visita de Gerard Schroeder (canciller germano) me indignó. En solo cuatro minutos de información solo mostraban cómo un pastor alemán daba de comer a un barrio en Florencio Varela. Durante toda la jornada estuve rumiando la "injusticia" de ese informe.
Cuando un colega del exterior me consulta sobre la situación, un ligero rencor me corre por la venas cuando "creen" que estamos todos trepados a las paredes de las embajadas o rompiendo las entradas de los bancos para recuperar "nuestros dólares" para escaparnos. Me cuesta mucho hacerles entender que son solo un sector y no todo el país. Que exista un chorro en España no significa que todos sus habitantes sean delincuentes ni tirabombas. Pero ello me pone otra paradoja en la pantalla de mi computadora. ¿Gano algo con esconder la realidad de compatriotas? No son todos, pero es cierto que la mitad de los argentinos está con su dignidad mansillada por la ausencia de un trabajo digno, y la posibilidad de mantener a su familia. La misma televisión me dió al día siguiente una emisión especial del Journal, con el título "La Argentina en crisis", dirigido por Matthias Kropp. En 20 minutos fue bastante equilibrado en mostrar muchas mas aristas de un país que tiene todo para ser grande, pero que inexplicablemente vive la peor crisis económica de su historia.
Pero, ¿cómo hace un editorialista que sabe que sus comentarios trascienden lo que sería un periódico de circulación local, para convertirse en una gran vidriera mundial como es la web? ¿Ganamos algo escondiendo nuestro doloroso presente? Esa es una pregunta en la que incurrimos muchos argentinos cuando hablamos con un extranjero. El límite entre un nacionalismo sano y un análisis realista choca muchas veces en una delgada frontera.
Lo que los argentinos tenemos herido es el orgullo. Al igual que el viejo aristócrata en decadencia, vamos a mendigar "pero con chofer". Nos criamos convencidos de que lo único que aquí no falta es comida, y que no trabaja el que no quiere. Pero esa realidad, propia de la época de nuestros abuelos, ya no es tal. Igual, no podemos resignarnos al presente por una sola razón. SEGUIMOS TENIENDO LO NECESARIO PARA SER UN GRAN PAIS. Quizás, orgullo o verguenza mediante, lo que nos falta es convencernos colectivamente de que retomar el crecimiento es posible... De lo contrario, seguirán haciendo documentales sobre nosotros, de esos que duelen acá....en el corazón.
Lic Daniel do Campo Spada ©