Todavía rebotan en mí las imágenes de las fiestas de
2001-2002. Días cálidos en los que veía pasar al quinto
presidente en menos de diez días. Los e-mails recibidos desde el exterior
nos preanunciaban una intervención de las Naciones Unidas porque la
comunidad de naciones "no se podía permitir una Argentina en disolución".
Duhalde aguardaba detrás de las cortinas que lo llevaban al recinto
parlamentario con gestos adustos y nerviosos. Su labio se ladeaba como cada
vez que se ponía nervioso y cuando pasó ante mí, parecía
que tuviera un caramelo en su boca. Una imagen distinta de la que apenas dos
años atrás tenía durante su campaña presidencial
(que perdió ante Fernando De La Rúa). Su esposa Hilda González
le arreglaba nerviosa y repetidamente la solapa de su saco.
Le esperaban el problema del corralito ("una bomba con muchos cables",
según el propio Duhalde), del default de la deuda externa, de la inestabilidad
política, los piquetes (que aumentaban en violencia) y la necesidad
imperiosa de enterrar el mayor tótem de la sociedad, que era la convertibilidad.
Muchas de las cosas, se cumplieron en dos tiempos. Los rentistas no recuperaron
dólares al ciento por ciento, pero sí ganaron (y mucho) en poder
adquisitivo. Se salió de la convertibilidad en forma prolija, a pesar
de los desórdenes provocados por Jorge Remes Lenicov (quien realmente
decepcionó en función de las expectativas positivas), aunque
por ese lado llegó el mejor acierto de su gestión, como fue
la llegada de Roberto Lavagna. El país se encaminó hacia rumbos
mas civilizados, aún a pesar de la muerte de dos piqueteros (en una
refriega con la policía bonaerense en el partido de Avellaneda), que
el Gobierno utilizó para que la sociedad distinga los sectores del
nuevo polo de reclamo social.
Reinsertó al país a pesar de todo lo que se dijo de la Argentina.
¿Cómo olvidar las hirientes declaraciones del representante
del pueblo español José María Aznar? Al momento de despedirse,
llegan al país mandatarios y funcionarios del mundo, que asisten a
la asunción ordenada de un Presidente electo, con una nación
tranquila y una economía que ya ha reactivado.
Pero quizás, el mayor de los servicios que nos ha prestado, ha sido
el frenar a la derecha económica que llevó al país a
este desastre social. Probablemente, cual guerrero mítico, muera con
sus contendientes, aunque de él depende que sea recordado como el verdadero
Presidente de la transición, lo cual no es poco. Gracias por sus servicios,
Dr. Duhalde, ya que la bomba tenía muchos cables y no ha explotado.
Daniel do Campo Spada ©
Mayo 2003-05-24
La gestión del Dr. Eduardo Duhalde está en la versión digital de "El año del purgatorio".