Por Daniel do Campo Spada.
Néstor Kirchner no solo es un Presidente que ha sorprendido por su
ejecutividad en la acción de gobierno. También es portador de
una importante visión de futuro y una considerable desconfianza. Por
eso, en su interior, los pequeños gestos molestos de su Vicepresidente
Daniel Scioli han adquirido una dimensión molesta... a menos que sepa
algo que el resto de los periodistas y ciudadanos desconocemos.
Ni bien asumió la flamante fórmula justicialista, Daniel Scioli
encaró dos viajes importantes con altísimo perfil a los Estados
Unidos (donde se entrevistó con funcionarios norteamericanos y el ex
mandatario Bill Clinton) y a España (donde fue amablemente recibido
por el pequeño Primer Ministro español José María
Aznar y empresarios españoles con inversiones en nuestro país).
Allí realizó pequeñas promesas que contradicen la ideología
de independencia que esgrime el Presidente Kirchner.
Estaba aún en caliente la discusión que un mes después
el titular del Poder Ejecutivo tuvo con los empresarios españoles cuando
la apertura de la Exposición de la Sociedad Rural no contaría
con su discurso. Lo reemplazó Scioli y no escatimó ocasión
para decir que había que hablar con todos los sectores. Aquí
los cortocircuitos entre ambos comenzaban a tomar otro cariz.
La anulación de las Leyes del perdón ("en un país
serio no se anulan leyes") y el aumento de tarifas ("que se tiene
que dar en agosto") fueron dos disidencias que terminaron por colmar
al Presidente, que será sureño pero está muy lejos de
ser frío como los hielos patagónicos. El Congreso se alineó
con el mandatario sancionando las dos leyes que le abren la posibilidad de
reiniciar el tratamiento de los juicios a aquellos que violaron impunemente
los derechos humanos y la posibilidad de ajustar tarifas solo después
de renegociar los contratos de concesión.
No es un secreto para nadie que muchos de los que han quedado "colgados"
en la nueva Argentina, buscan un referente, y no sería extraño
que mas de uno le halla hablado al oído al ex motonauta. Previendo
lo que pudiera ocurrir, repitiendo la tradición de fórmulas
peleadas, le quitó el manejo de la estratégica Secretaría
de Turismo y Deportes que Scioli controlaba con su gente desde el fugaz gobierno
de Rodríguez Saá (recordemos que fue el único Ministro
que perduró también en el período de Eduardo Duhalde).
Se acabaron los pasajes y las estadías "a nombre de la Secretaría",
con lo que hubiera podido armar una estructura política propia, paralela
a la del Presidente. Sin caja, será muy difícil crear una nueva
línea partidaria que zumbe por los pasillos de la Casa Rosada.
Daniel Scioli dijo que no va a renunciar porque él también fue
elegido. Eso es verdad. Basta ver el descrédito en el que cayó
Carlos Alvarez cuando desplantó a Fernando De la Rúa. Pero también
es cierto que muchos personajes de la vieja política, que no tienen
"un palenque donde rascarse", tampoco se lo perdonarían.
Lic. Daniel do Campo Spada ©, 2003.