Por Daniel do Campo Spada.
Los resultados electorales del 14 de septiembre afirman definitivamente
en el poder al Presidente Néstor Kirchner. En un país parlamentario
pero con una fuerte tendencia personalista, de culto al líder, era
imprescindible que el titular de la Casa Rosada afirmara su poder en las urnas
de varios distritos que sumados juntan el 50 % de los electores del país.
El triunfo de Aníbal Ibarra, un híbrido de la justicia devenido
en político del desaparecido Frepaso, se convierte paradojalmente en
el primer Jefe de Gobierno de la Ciudad reelecto. Su victoria no responde
tanto al amor de alguien que manejó la urbe durante cuatro años
sino por el espanto que producía la presencia cercana de un hombre
allegado al menemismo, con todo lo peor del peronismo porteño detrás
(basta ver la lista de diputados locales). Mauricio Macri representaba un
estilo derechizante de la conducción, donde la eficiencia en el management
relegaba la sensibilidad social. Los éxitos logrados en Boca Juniors,
el club mas popular de la Argentina, fueron (que duda cabe) el trampolín
que le permitió de la nada crear una fuerza de derecha con casi el
46 % de los votos.
En la Provincia de Buenos Aires, en cambio, la cosa es distinta. El Presidente
no tiene influencia en ese distrito, aunque se prestó en forma entusiasta
a apoyar la reelección de Felipe Solá al frente de la gobernación
y de Hilda Gonzalez de Duhalde como primera diputada. En definitiva, la estructura
duhaldista que ahora le dio un holgado triunfo a Solá es la misma que
le permitió a Kirchner obtener la posibilidad de un ballottage. Que
los intendentes Luis Patti y Aldo Rico hayan quedado tan aplastados por los
números en su intento por la gobernación es una bocanada de
aire fresco que permite saber que el menemismo aún no hace pie a una
hora de la Plaza de Mayo. Recordemos que cuando el ex Presidente Raúl
Alfonsín quería trasladar la capital a Viedma, no buscaba plasmar
una medida geoestratégica de interés nacional. Su intención
era quitarle maniobra de presión a los jefes comunales del Gran Buenos
Aires, que con un par de micros copan el centro porteño en unas horas.
El triunfo de Jorge Obeid en Santa Fé también es importante
de cara a los próximos cuatro años, aunque el alto voto directo
de Carlos Reutemann como Senador nacional habla a las claras que el ex piloto
no ha dejado de ser un polo de poder en el litoral. De todas formas, consciente
de que no podrá crecer si tan tempranamente se enfrenta al hoy hombre
mas poderoso del país, tuvo gestos de cordialidad ante la presencia
de Kirchner en la Provincia. Obeid, auto identificado como kirchnerista prefirió
moderar su discurso al ver los votos que el gobernador saliente pudo obtener
a pesar del bochorno de la terrible inundación de la Ciudad de Santa
Fé (que se sospecha haya sido por imprevisión, según
las denuncias de la Universidad del Litoral).
En Córdoba, José Manuel de la Sota se subió al barco
oficialista, consciente de que pasará mucho tiempo hasta que pueda
intentar otro avance a nivel nacional. Sus allegados consideran que es demasiado
seguir siendo el hombre fuerte (con reelección incluída) en
un distrito históricamente radical.
Jorge Capitanich, ariete de la Rosada en el Chaco perdió ante el candidato
de Angel Rozas (Presidente de la UCR), pero logró instalar un 40 %
justicialista, con una gran juventud para el candidato. Una derrota que sirve
de esperanza.
En Santa Cruz estaba cantado el triunfo de Sergio Acevedo (titular de la SIDE
y mano derecha de Kirchner en la Cámara Baja), por lo que su casa sigue
en orden.
En definitiva, el Presidente ya juega a nivel nacional y no solo por su estilo
de gestión, sino por los resultados, empieza a estructurar una base
de poder propia. En el Justicialismo, el control se ejerce o se pierde, y
está mas claro que nunca que el jefe "natural" es Néstor
Kirchner. La esposa de Eduardo Duhalde lo conminó a asumir el control
partidario. Pero en el entorno del dirigente patagónico saben que gran
parte de su apoyo parte de los independientes, y que la identificación
deliberada con su divisa le restaría parte del apoyo popular (80 %
de buena imagen) del que goza.
Pasados los primeros cien días de gestión, todo parece indicar
que de una luna de miel estamos ingresando en un sólido matrimonio
con la Presidencia del país, lo cual no es poco
Septiembre 2003-09-21 ©