Lic. Daniel do Campo Spada
El General Perón siempre le gustó esgrimir que el Justicialismo
era un movimiento, en un contexto en el que el partido solo tenía una
finalidad electoral. Dicho de otra forma, se limitaba a conformar lo que ahora
llamamos "aparato". El peronismo siempre se concibió (y la
historia le da la razón) como una organización para administrar
el poder, donde el verdadero "partido" está en el Estado.
El Congreso partidario reciente en Parque Norte (como todos los anteriores)
muestra como líderes o jefes políticos a los gobernadores o
ministros relevantes y hasta algún funcionario de alguna área
con mucho presupuesto. ¿Por qué no hay nunca en esa foto de
la mesa del escenario un dirigente que sea simplemente eso? En el Partido
Justicialista, bajarse del Estado es quedarse afuera.
Durante diez años tuvimos que vivir una dicotomía que se enroló
entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde. Cuando el riojano lo "arrojó"
a la Provincia de Buenos Aires, jamás imaginó que el bonaerense
se convertiría en el hombre fuerte del por ahora distrito mas numeroso.
En los cincuenta años de historia, en el justicialismo número
significa poder y para tener número "se necesita con qué".
Al igual que en las grandes batallas entre las superpotencias en la época
de la guerra fría, nunca se veían las caras directamente. Cuando
el hoy autoexiliado en Chile Carlos Menem encaraba su retorno, Duhalde quiso
(siempre tan afecto a las encuestas de opinión pública) llevar
como candidato a Carlos Reutemann. Pero el ex corredor de automovilismo y
ex gobernador de Santa Fé, sabe que es el heredero natural de la derecha
peronista neoliberal de los 90 y no quiso apresurar la herencia. Por eso,
dejó el lugar a su jefe natural. Recién allí, por descarte,
pensó en Néstor Kirchner. Con cierta frialdad comenzó
una alianza de intereses que estalló por el lado previsible. "No
nos une el amor sino el espanto", decía Jorge Luis Borges, en
la sabiduría de que al desaparecer el espanto también se va
el amor. El espanto era Menem. Hoy no existe. Hoy han quedado ellos dos.
A pesar de ser hombres de carácter fuerte, Kirchner y Duhalde son fríos
y calculadores. Ven un paso mas allá que el resto de la clase política
y eso les permite adelantar jugadas que en un principio nadie entiende. Pero
un arete se les cayó del rodete, y este ha sido el de sus esposas.
En el Congreso partidario de Parque Norte, se pasearon muchas "esposas
de
" . Esa es una permanente desde Evita e Isabel. Lo ha sido Chiche
Duhalde y lo es Cristina Kirchner. Cuando la primera dama esgrimió
con su estilo desenfrenado que eso se debía cortar, muchas comenzaron
a moverse incómodos en sus bancos. Otros, directamente la silbaron.
Y el remate, con ovación incluída, fue cuando la "Chiche"
subió al escenario y textualmente dijo: "Cristina, yo porto el
apellido Duhalde y estoy orgullosa de ello". Chau. Comenzaba en forma
pública un enfrentamiento que sus esposos trataron de mantener bajo
control.
El peronismo siempre vivió en dicotomía. "Peronismo con
Perón y peronismo sin Perón. Extrema izquierda y ultra derecha.
Renovadores y verticalistas. Menemistas y anti-liberales. Ahora, dos "esposas
de" los hombres mas fuertes abren un nuevo espacio. Los peronistas siempre
han tenido una frase que decía "cuando hay ruido no significa
que nos estemos peleando, nos estamos reproduciendo como en una bolsa de gatos".
La frase la esgrimió José Manuel De la Sota, gobernador de Córdoba,
que también tiene su esposa en el partido (Olga Ruitort), pero que
quedó afuera de la nueva conducción.
Hoy, el Justicialismo vuelve a tener un Presidente legal como hacía
años no lograba tenerlo. A Eduardo Fellner le espera una ciclópea
tarea. De él depende un Justicialismo acorde a la conducción
de un Estado mucho mas complejo que el que conoció el propio Juan Domingo
Perón.
Se impone, dada la estrechez de la suerte del Estado y el Justicialismo en
el poder, un manto de cordura, ya que no son tiempos para que pequeñas
"viejas cuentas" propias de rencillas de convivencia pongan en riesgo
la incipiente recuperación del país. La responsabilidad cae
ahora en el Presidente Néstor Kirchner y en el Representante del MERCOSUR
Eduardo Duhalde, quienes (curiosamente) no estuvieron en el Congreso partidario.
Como "hombres fuertes", cae en ellos el peso de "ordenar la
tropa", ya que no se trata de la interna de un club sino de una agrupación
que se mimetiza con el poder.