Por Daniel do Campo Spada.
En la firma de los acuerdos de Cuzco se marcará un antes y un después
de la historia de nuestro continente. Por primera vez en forma concreta hemos
tomado consciencia de que la unión hace la fuerza, y más en
un mundo destinado a dividirse en apenas tres o cuatro bloques. Algunos ya
están consolidados, como son el europeo, el nafta o el ASEAN (tigres
asiáticos). Por estos lares, había tres tipos de naciones. Las
que crecíamos en un MERCOSUR cada vez mas grande, la Comunidad Andina
y los que aún permanecían en un limbo (como Chile, Surinam y
Guyana).
A partir del avance en la conformación de una gran nación sudamericana,
pasaremos a ser el mayor productor y exportador mundial de alimentos. Seremos
una potencia en petróleo, gas, minerales y agua potable. En un mismo
territorio habitarán la mayor cantidad de científicos del planeta,
el mayor número de universidades y la mayor cantidad de escolares (detrás
del gigante chino). Tendremos las mejores playas, el mayor pulmón de
oxígeno del planeta y los mejores territorios vírgenes.
Habrá que acostumbrarse a hablar de casi cuatrocientos millones de
compatriotas y de exportar cerca de u$s 148.000 millones, de tener la mitad
de las veinte mayores ciudades del mundo y la mayor cantidad de aerolíneas.
Pero claro. Nada es gratis. El resto del mundo nos puede ver como una amenaza
y buscarán frenarnos.
Además, tenemos grandes debilidades internas. Hay que avanzar en la
creación de un espíritu nacional sudamericano, y no solo creando
una misma bandera y un solo himno, sino atendiendo las grandes desigualdades
que también se reflejan en las siguientes cifras.
Seríamos el mayor deudor del mundo, en una cantidad superior al propio
PBI unificado (u$s 380.000 millones), pero también tenemos a la mitad
de nuestra población en la pobreza. Siendo la mayor reserva de agua,
el 60 % de los sudamericanos no dispone del líquido elemento en condiciones
mínimas. El analfabetismo alcanza al 30 % de nuestros vecinos y la
desocupación alcanza a tres de cada diez personas en condiciones económicamente
activas. El tratamiento de residuos y la reconversión tecnológica
se da en forma dispar, con bolsones equivalentes a los del primer mundo y
otros iguales a los más sumergidos del mundo.
Aunque estos sean desafíos sobre los que inmediatamente comenzarán
a trabajar los vicecancilleres, todo despierta la ilusión de una Comunidad
Sudamericana como la que soñaron Bolívar, San Martí,
Sucre, Sandino, Perón, Haya de la Torre, Guevara y otros tantos anónimos
en estos doscientos años. Mas allá de las diferencias ideológicas,
la unificación de Sudamérica era una consigna impostergable
por otros dos siglos.
Diciembre 2004-12-08 ©
do Campo Spada ©