Por Daniel do Campo Spada.
Los
anuncios de que Argentina en menos de un lustro estará importando crudo
ha despertado todas las alarmas en los gobiernos de la reacción, que
han reaccionado tarde a un problema que se anunciaba desde el proceso de privatización
en los 90 (donde las empresas extranjeras suspendieron las exploraciones).
El agotamiento de las reservas de gas y crudo responde a la lógica
de la falta de previsión.
Aunque todo parece tarde, algunos elementos ya están lanzados no solo
en nuestro país sino en el continente. El mega gasoducto que unirá
Venezuela con Argentina pasando por Brasil (con una inversión tripartita
argentino brasileño venezolana de U$s 3.000 millones) se complementará
probables exploraciones de la argentina estatal Enarsa en Bolivia (en el marco
de la creación de Petroamérica) y en el Mar Argentino (con tecnología
y expertise de la brasileña Petrobras). Si en el término de
tres años Chile y Bolivia llegan a un acuerdo después de un
siglo de enfrentamiento, en el que los trasandinos cedan el acceso al mar
y los del Altiplano provean de gas, permitirá a los argentinos no verse
obligados a exportar al país del Pacífico. Hoy, eso responde
a cuestiones geoestratégicas.
Brasil se apunta con el etanol. La econafta abastece una alta porción
de autos del mercado brasileño y se presenta como una de las energías
en las que están trabajando los laboratorios sudamericanos. Argentina,
por otro lado, ha puesto un fuerte acento en el desarrollo de la energía
eólica y en hidrógeno. De esta ultima alternativa hay dos laboratorios
en la patagonia, uno de los cuales puede terminar abasteciendo en una década
a la población de Pico Truncado como forma de una experimentación
que luego se llevaría a las grandes ciudades.
Un viejo razonamiento decía que la abundancia de recursos de los que
siempre gozó Latinaomérica se había convertido en la
cruz de la pasividad. Hoy, la necesidad parece haber activado los mecanismos
de la inteligencia.
Febrero 2006-02-06 ©