Lic. Daniel do Campo Spada.
El conflicto por las fábricas de celulosa europeas en Fray Bentos,
Uruguay, sigue subiendo el clima de desencuentro entre dos naciones condenadas
a la hermandad. El Presidente oriental Tabaré Vázquez dirigió
una carta abierta a los mandatarios del Mercosur pidiendo la cordura del diálogo
con la mediación de algunos de los integrantes del bloque. En Argentina,
en cambio, empujados por la belicosidad de los manifestantes ambientalistas
(que serán los directos perjudicados en cuanto funcionen las plantas)
el gobernador de Entre Ríos Jorge Busti y el Presidente Néstor
Kirchner suben la apuesta judicial.
Por una cuestión de espacios jerárquicos, el mandatario provincial
llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación (tras el rechazo
de un juez de Entre Ríos) en donde demandó a los directivos
de Ence (española) y Botnia (finlandesa) mientras en la Casa Rosada
pìensan denunciar a Uruguay ante el Tribunal Internacional de La Haya
por violar el acuerdo binacional del río Uruguay. Cuando a la brevedad
asuma Michelle Bachelet en Chile, contrariando lo que es una costumbre, los
mandatarios argentino y uruguayo viajarán por separado y probablemente
estén distanciados en los actos oficiales. Al regreso, Argentina realiza
en Mendoza una reunión con Luiz Ignacio Lula da Silva (Brasil) y Hugo
Chávez (Venezuela) a la cual no ha sido invitado Tabaré Vázquez.
La agudización se va haciendo carne y tanto de un lado como del otro
del Río de la Plata todo empieza a tener un clima nacionalista en algo
que (lamentablemente) no es un simple partido de fútbol. Mientras del
lado argentino Soledad Pastorutti y Tarragó Ross le cantan a los que
cortan los puentes de cruce entre un país y otro, en la vecina orilla
Mario Benedetti manifiesta que si las papeleras no están
de este lado es porque pidieron mucha coima. ¿No recuerda esto a la
frase de Batlle de que los argentinos son todos ladrones?
El problema del problema (y no es un error gramatical) es que se están
ahondando las divisiones mas que los puentes de diálogo y ello está
provocando un daño superior al que suponemos que las fábricas
extranjeras harán en nuestro medio ambiente. En otras notas hemos hablado
de lo lejos que se ha llegado con esta falta de acuerdo, en lo cual son directos
responsables los administradores de la cosa pública. El estado de avance
de las plantas es grande y muy difícil sería su paralización
(sobre todo para el gobierno uruguayo, obligado a pagar millonarias compensaciones
por cualquier interrupción, según acuerdo firmado por el ex
mandatario colorado). Algunos senadores uruguayos del Frente Amplio manifestaban
que una solución podría ser el monitoreo binacional permanente
de los grados de contaminación permitidos, que en caso de ser violados,
permita una demanda a los estados de España y Finlandia, garantes últimos
de sus empresas.
Otros temen que esta experiencia sea el primer paso de una visión ecologista
de la vida. Si ello ocurriere en un grado extremo, no quedaría fábrica
en pie en el país. La Patagonia está envenenada con los pozos
de petróleo o las minas de oro. El Gran Buenos Aires tiene sus ríos
interiores en un estado alarmante. La Ciudad Autónoma no sabe donde
colocar sus residuos industriales y así sucesivamente.
El Mercosur se debe una rápida unificación de niveles mínimos
de cuidado del medio ambiente, con tiempos o plazos que permitan una adecuación
uniforme, ya que lo que se cuide la naturaleza se ahorra en salud. Recién
desde allí, forma conjunta, sin que ninguno de los socios saque ventaja
buscar soluciones conjuntas. No queda otro camino para salvar la convivencia.
Como argentino-uruguayo, resulta difícil de buscarle explicación
a un enfrentamiento entre dos países tan iguales entre sí como
pocos otros en el mundo. ?
Febrero 2006-02-19 ©