Lic. Daniel do Campo Spada
Cuando en una convención o seminario se mencionan casos de éxito
regionales, el nombre de Chile brota en forma casi automática. Desde
los '80, en los que la dictadura de Pinochet se convirtió en el niño
mimado del mundo sajón (apoyando incluso a Gran Bretaña en su
guerra contra la Argentina), los recursos económicos iban dirigidos
a un país donde la democracia recién está en pañales,
casi no existe libertad sindical y las desigualdades sociales son las mas
notorias de Sudamérica. En los barrios acomodados el lujo es equivalente
al de cualquier país avanzado, pero en los alrededores los barrios
jóvenes (muchas veces rodeados por muros construidos por
los militares para que no se vea hacia adentro) son el símbolo de los
marginados. El 60 % de la población del país no tiene acceso
a la educación terciaria ni a la salud mínima esperable. No
por nada muchos de sus habitantes cruzan hacia el país trasandino en
busca de hospitales públicos gratuitos.
En mayo, casi un millón de estudiantes que aún acceden a la
educación, conscientes de que sus familias corren riesgo de caerse
del sistema de bonanza para pocos, paralizó la capital
durante casi un mes. A las movilizaciones y toma de colegios (liceos) se agregaron
casi 100 mil profesores que deben milagros para transmitir conocimientos cuando
sus ingresos apenas les permite comprar algún libro (y ni soñar
de tener computadoras propias). La flamante Presidenta Michelle Bachellet
ha visto como esto le estallaba en las manos apenas comenzado su período.
Aprovechando la luna de miel que los mandatarios tienen en sus
comienzos llamó a conversar e invitó a detener las protestas.
Los alumnos aceptaron, pero como saldo quedaron brutales escenas de represión
y mas de 600 detenidos por los tristemente míticos carabineros.
El pedido de los estudiantes es tan básico que sorprende, demostrando
todo lo que el Chile verdadero retrocedió mientras las luces de la
vidriera encandilan a los observadores extranjeros. Los pasajes de colectivo
son caros y privativos para acceder a los pocos institutos que quedan abiertos.
Los equipamientos son muy buenos, pero ya no es para todos. Se retrocedió
cien años en una materia básica como la universalización
de la instrucción. Al acceder a la universidad, en la que hay que pagar
desde el examen de ingreso hasta la cuota mensual, las diferencias de clase
son manifiestas. Las desigualdades de acceso se plasman en el último
escalón educativo, desde donde se reproduce la diferencia de clases
en las oportunidades laborales que obtienen a partir de allí.
Para otra oportunidad vamos a dejar el análisis de los números
fríos de un país ejemplo de exportación que
apenas llega a la mitad de lo que Argentina vende al mundo.
Junio 2006-06-18 ©