Por Daniel do Campo Spada.
En un mundo globalizado Buenos Aires y Beirut son los extremos de una de
las principales paradojas del mundo actual. Mientras reclaman que se aclare
quienes han sido los culpables (y que por ende se los castigue) del cruel
atentado contra la Asoción Mutual Israelita Argentina (AMIA) en la
Capital argentina, la misma comunidad masacra indiscriminadamente dos países
vecinos indefensos y desarmados. Desde hace un mes, los judíos bombardean
día y noche Palestina y El Líbano. Mil civiles muertos en cada
país y un millón de libaneses desplazados, que viven en las
carreteras, en el campo a la interperie, buscando escapar a las 50 mil toneladas
que ya han lanzado los aviones hebreos. Las ciudades bajo ataque no tienen
luz, agua ni alimentos. Mientras el mundo occidental se hace el distraído,
los sionistas completan su política de exterminio hacia los árabes,
al igual que Hitler proclamó en la solución final.
Quienes dicen haber sido víctimas del Holocausto hoy lo repiten desde
la prepotencia hacia sus vecinos en un territorio en el que fueron implantados
por la fuerza del mundo civilizado.
Un helicóptero argentino destinado a la misión de paz en Chipre
evacuó al Primer Ministro libanés Fouad Siniora, quien concurrió
a una conferencia de paz en Roma sabiendo que su país ya
no existe. Después de una lenta recuperación tras 18 años
de ocupación judía ha quedado nuevamente sin puertos, infraestructura
ni orden civil. Una vez que los israelitas terminen con su tarea de exterminio
una fuerza multinacional será la fuerza de ocupación que recorrerá
las destruías ciudades. Dicho de otra forma, el país que tiene
todo para ser el faro de Oriente ha quedado nuevamente a merced de la prepotencia
de Tel Aviv. La Secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice le dió
su apoyo al Premier sionista Ehud Olmert para que siga avanzando hasta el
final, con la misma violencia que Estados Unidos aplica contra países
musulmanes (en la actualidad Afganistán e Irak).
Según una encuesta del diario judío Haaretz, casi el 85% de
los practicantes de esa creencia están de acuerdo con la violencia
de exterminio aplicada en Palestina y El Líbano. El sondeo indica que
ellos tienen derecho a controlar la región aunque ello implique la
destrucción de los originales habitantes de esa tierra. En tal sentido,
desde Washington han fomentado el crecimiento militar hebreo, que hoy tiene
la sexta mejor capacidad militar del planeta. Desde hace décadas, desde
Israel parten grandes contingentes de armas para sostener golpes de estado,
grupos de narcotráfico o mafias diversas. Esa capacidad es acorde a
una industria bélica que está en permanente ejercicio, militarizando
y fanatizando a sus habitantes en la creencia de la superioridad racial. Los
seguidores de David iniciaron esta locura con la excusa de que dos soldados
habían sido secuestrados. En su escala de valores, un solo judío
vale más que millones de árabes.
Amparándose en un característica de privilegiar a los de su
raza, los judíos han crecido en el mundo de las finanzas, comercio
y cultura. Gracias a ello, en muchos países, entre los que se encuentra
Argentina, han logrado que no se pueda hablar mal de una acción de
un supuesto estado porque inmediatamente se tilda al autor de
esos comentarios de antisemita o de fundamentalista musulmán,
con todo lo que ello implica en discriminaciones posteriores.
En El Líbano ya han muerto más de mil personas, pero lo peor
aún está por verse. Al tiempo que casi medio millón de
extranjeros es evacuado apresuradamente por el puerto de Tiro (único
que ha quedado en pie porque será utilizado para el abastecimiento
de las tropas invasoras), un millón de libaneses se ha refugiado a
la interperie. Con apenas unos bolsos, casi 300 mil familias se sientan
en los campos abiertos, banquinas de rutas u otros lugares abiertos. No hay
alimentación, ni protección sanitaria, por lo que en breve las
epidemias provocarán mas muertes que las bombas. Las Naciones Unidas
han manifestado su imposibilidad de realizar un abastecimiento alimenticio
ya que son ametrallados por los aviones de guerra de Israel. Un misil destruyó
un edificio de la organización en Beirut. En el ataque murieron cuatro
empleados de la hasta ahora impotente entidad mundial. Kofi Anan, Secretario
General manifestó en la reunión payasesca de Roma que abogaba
por un cese inmediato del fuego, aunque no tiene el más mínimo
poder de aplicación.
Mientras los focos de la prensa internacional se centra en lo dantesca de
la destrucción de El Líbano, las tropas israelíes continúan
la presión sobre Palestina, un país sin fuerzas armadas. Los
bombardeos ya han destruido todos los edificios gubernamentales. La mítica
Musqata (palacio presidencial en la que fuera envenenado Yasser Arafat) es
apenas una montaña de escombros, al igual que los Ministerios de Relaciones
Exteriores, Educación y Salud. Al momento de escribir esta nota ya
se cumple un mes sin luz en Gaza. Las epidemias empiezan a hacer su daño,
ya que nadie puede controlar la situación en medio de la ocupación.
La mitad del gobierno palestino está secuestrado por los hebreos y
el Presidente Abuh Abad se debate en pedidos de solidaridad internacional
que nadie escucha. Ni siquiera los países árabes, que asisten
con total pasividad ante la destrucción.
Según la lógica sionista (muy similar a la del nazismo y su
creencia de la raza superior), un ciudadano de su religión
tiene derecho a votar y ser respetado en su sufragio. De hecho ocurre así
desde la invención del estado de Israel. Pero cuando los palestinos
(aún con la amenaza judía detrás) eligieron a Hamas como
partido mayoritario, inmediatamente los bloquearon económicamente impidiendo
que las ayudas humanitarias internacionales siguieran llegando. Hoy han barrido
con la escasa infraestructura que se le permitía tener a la Autoridad
Nacional Palestina. Después de largas décadas para recuperar
su territorio, del que apenas recuperaron dos pequeñas fracciones (que
no superan en extensión lo que es el Gran Buenos Aires), no se les
permite tener naves, puerto, ejército ni infraestructura científica.
Aún los mas moderados habitantes de la región están viendo
con agrado las acciones de Hezbollah y Amal, grupos de caridad musulmanes
que comenzaron a armarse para defenderse. La propaganda de los invasores habla
de los ataques que desde patios de humildes casas han hecho con misiles hacia
Israel. Hasta el momento han sido 150 cohetes Katiushas que han provocado
17 muertos. ¿Recuerda el lector la cifra que dimos al comienzo de esta
nota?
El problema radica en la posibilidad de que los israelíes avancen también
sobre Siria, quien siempre ha mantenido una postura de dignidad ante Tel Aviv.
En Washington se trabaja la hipótesis de que habría que aprovechar
la actual acción bélica para barrer a los países que
aún incomodan al plan global de Estados Unidos. Con Irak invadido y
Egipto y Jordania subordinados económicamente, solo queda Irán
como freno a la hegemonía en la región. Pero en el Departamento
de Estado saben que el estado persa es un escollo de momento insalvable. El
plan es aislar y debilitar durante años al gobierno de Teherán
antes de iniciar una acción militar a gran escala.
Si al leer esta nota Usted hubiera estado en Beirut, en su barrio habrían
caído diez bombas y sobre su cabeza habría tenido mas de treinta
vuelos razantes de aviones de guerra.
Julio 2006-07-27 (C)