Por Daniel do Campo Spada.
Al
trasladar la crisis del campo a la actividad parlamentaria la Presidenta Cristina
Fernández recuperó momentáneamente la iniciativa y la
capacidad de rearmar la agenda de gobierno. Aunque en el parlamento se debatieron
cosas decisivas, la idea de descomprimir fue la fundamental. Un viejo estratega
militar decía que en algunas ocasiones hay que dejar ir al enemigo
en masa y luego ir a buscarlos uno por uno. Algo de esto hay.
Mientras en el Congreso se vió quien juega para quien y los piquetes
ruteros con ademanes violentos de Alfredo De Angelis ya no ocupan la pantalla
(los debates en comisión o la carpa verde no le son tan cómodos),
la Primera Mandataria debe apurar el debate por la redistribución,
porque de la crisis salió el primer eje ideológico fuerte. Una
auténtica línea política que no había, ya que
el tandem Néstor Cristina se habían limitado a administrar
la recuperación iniciada incluso durante el interregno de Eduardo Duhalde.
Hoy se ha removilizado la sociedad, se ha polarizado, pero también
(y esto es lo positivo), se ha repolitizado. Gracias a los reclamos de los
terratenientes estamos ante un panorama netamente distinto. Aunque el gobierno
ha sufrido un importante desgaste, no solo sigue siendo mayoritario sino que
ahora tiene un discurso sobre el cual construir poder político. La
redistribución se encuadra en lo más sagrado del peronismo histórico
y en cuanto la ciudadanía lo comience a entender, estamos ante un nuevo
polo. Cada mandatario anterior tuvo un eje. Raúl Alfonsín fue
la consolidación de la democracia. Carlos Menem eliminó el Estado
como elemento activo y extranjerizó la propiedad de las empresas. Fernando
De la Rúa fue el ocaso confuso de un modelo de convertibilidad que
ya estaba agotado antes de su asunción. Eduardo Duhalde tuvo que superar
la tormenta y evitar el naufragio para dejarnos nuevamente en la normalidad
institucional que habíamos perdido. Néstor Kirchner potenció
el crecimiento. Ahora, Cristina Fernández puede hacer hincapié
en un eje nuevo propio de una economía con abundantes recursos: la
redistribución. Además, nos dejaron instalado el tema. De aquí
en adelante, ese sector que se enriqueció durante décadas ahora
ha sido desnudado. Salieron de las sombras en las que se sentían tan
cómodos, sosteniendo gobiernos golpistas y antipopulares.
Pero los efectos que los terratenientes de Federación Agraria y de
la Sociedad Rural no imaginaron no es que solamente le dieron la oportunidad
(fruto de la necesidad, claro) de crear un discurso que quizás permita
reeditar la ilusión transversal a pesar de que al restaurar
al Partido Justicialista del cual ahora es presidente Néstor Kirchner
ahuyenta a los no peronistas. Pero esto último también es un
avance que se ha dado gracias al campo. La estructura del justicialismo ha
mostrado rapidez de reflejos. Cuando los exportadores agropecuarios amagaron
instalar una carpa en la Plaza de los dos Congresos para presionar a los diputados,
instalaron seis. Los mismos empresarios anunciaron una marcha en los barrios
de zona norte de la ciudad de Buenos Aires, el peronismo instala una más
masiva en el centro. La calle pertenece al oficialismo y esto lo saben los
integrantes de la mesa de enlace agropecuaria. Y saben que se preparan movilizaciones
a las rutas, donde durante tres meses fueron árbitros de vida y hacienda
a todo aquel que se movilizara por el interior.
Julio 2008-07-12
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