Por Daniel do Campo Spada
Sin
dudas que estamos viviendo un momento histórico, de esos que quedan
en los libros de historia por un siglo. Ninguno de los seres vivos ha visto
el crac del 29, del tanto se ha hablado y estudiado. Estos días son
como aquellos. Según los economistas, estos serán más
graves, porque serían capaces de sacar de la primera línea -por
primera vez en la historia- a la superpotencia norteamericana. Aunque algunos
bailan (como en el pasillo de un avión que se cae en picada) por este
derrumbe de la soberbia estadounidense, las consecuencias las pagaremos todos
y quizás por un buen tiempo. El entierro del neoliberalismo nos cobrará
una corona bastante onerosa.
Cuando la Cámara de Representantes de los Estados Unidos ratificó
la media sanción del Senado para lograr un rescate de u$s 850.000 millones,
el Fondo Monetario Internacional ya había decretado el comienzo de
una importante recesión en la primera economía mundial. De hecho,
de la misma foma en que siempre hay una causal, el derrumbe del sistema de
hipotecas está encadenado con el noveno mes consecutivo de recesión.
Desde enero de 2008, casi 760 mil norteamericanos que trabajan en blanco perdieron
su trabajo y cerca de 2 millones de ilegales también se han quedado
sin ingresos. Una cifra de caída que Estados Unidos no sufría
desde 1929. Inclusive durante la Segunda Guerra Mundial, quien no iba al frente
encontraba trabajo en la industria bélica. Si tomamos en cuenta que
casi 180 mil y 400 mil respectivamente se produjeron solo en el mes de agosto,
podremos darnos cuenta que los tiempos se aceleraron violentamente.
El legislador Bred Sherman, del Partido Demócrata dijo que los apuraron,
que no les permitieron estudiar en profundidad lo que acaban de sancionar,
pero que por lo poco que entiende es contradictoria la defensa de la libre
empresa que vocifera el Presidente George Bush (h) con el rescate estatista
cuando los negocios andan mal. Alguno intentó comparar este rescate
con el realizado en la Argentina cuando se pesificó las deudas tras
la salida de la convertibilidad, pero hay una sustancial diferencia. Aquí
se cubrió al deudor, pero en Estados Unidos se salva a los bancos y
el Estado derivará a estudios privados las ejecuciones de las hipotecas,
donde los deudores no tendrán a nadie que los cubra. Si se produjo
la mora en los pagos, no es solo por la burbuja hipotecaria que se había
desarrollado sino porque los ciudadanos se estaban quedando sin trabajo. Los
que tenían hipotecas son los que el sistema registra, porque están
en blanco, tienen seguro social... existen. Por lo que es de presumir que
un número dos veces mayor sufrieron las consecuencias y nadie los ve.
No tendrán hipotecas, pero dejaron de comprar comida, combustible,
etc. Es la parte que le da volumen pero que no entra en las estadísticas.
Con esto queremos decir que la caída es mayor a lo que describe.
A la caída de los bancos Freddie Mac, Fannie Mae y Lehman Brothers,
tenemos que agregar el rescate del Wachovia que hizo el Citigroup, aunque
en las últimas horas el Wells Fargo quiere aprovechar para absorberlo
en su totalidad. Ya se había producido el quiebre del gigante asegurador
AIG. La industria automovilística también tiene suspensión
de turnos y un fuerte freno en las ventas. ¿Acaso intentará
el nuevo gobierno (hay elecciones el 4 de noviembre) recuperarse de la debacle
inventando un nuevo conflicto bélico?
Europa, con el liderazgo de Nicolás Sarkozy (hasta ahora principal
aliado de Washington) busca planes de emergencia y recuperación tratando
de despegarse de la caída del socio americano. La alemana Angela Merkel
dijo que no se inmolarán por problemas ajenos. Dicho de otra forma,
como dijo el Ministro de Economía alemán, no dejarán
su vida por el liberalismo. Saben que la única salida es la presencia
reguladora del Estado y están dispuestos a hacerlo. El francés,
incluso decretó el fin de la superpotencia cuando anunció que
había llegado el momento de un mundo multipolar (el fin de la hegemonía
norteamericana). A los países menores como Italia, Portugal y España
solo les queda empezar a calcular cuantos años tardarán de salir
en la caída profunda de la que no se salvarán.
En América Latina llegarán las olas, pero como nunca antes en
la historia la posición de la región es lo suficientemente sólida
como para sobrellevarlo lo mejor posible. La mayor parte del comercio se realiza
entre nosotros y ahora Argentina, Brasil y Venezuela realizan su comercio
en nuestras propias monedas, por lo que las divisas norteamericano
europea no pueden generar el mismo impacto que antaño. Solo Ecuador
tiene el dólar en su economía, pero la flamante constitución
le permitirá recuperar su moneda soberana a la brevedad. Sin duda que
habrá menos comercio con Estados Unidos y la Comunidad Europea, pero
la diversificación experimentada en los últimos años
(gracias al proteccionismo europeo que nos jugaba en contra) nos
volvió menos vulnerables.
No se va a desplomar, pero la superpotencia quizás esté experimentando
el principio del fin de su hegemonía. ¿Quién imaginó
poder verlo después de un siglo de dominio? Esta es sin duda una generación
privilegiada, porque después de la caída de la Unión
Soviética, en poco más de una década veremos resquebrajarse
a Washington. No caerse del todo, pero algo es algo.
OCTUBRE 2008-10-04
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