Por Daniel do Campo Spada.
Hugo
Moyano, Secretario General de la Confederación General de Trabajadores
(CGT) siempre hace el chiste de que la unión entre las centrales obreras
comenzó por la primer coincidencia ambos nos llamamos Hugo,
en referencia a su par de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) Hugo
Yasky. ¿Llegó el momento de la unión de los trabajadores
organizados? ¿Cuál sería el beneficio de ello? En este
breve texto no incluiremos, por considerarla un proyecto poco serio aún
la tercera central existente, llamada Azul y Blanca que lidera el dirigente
gastronómico Luis Barrionuevo, que apoyó deliberadamente la
política de la Sociedad Rural Argentina (SRA) cerrando una de las incongruencias
más grandes del presente.
La filosofía que desde el peronismo de los años 40 se sostiene
es el de la unión sindical, entendida esta como el sindicato único
por gremio. En contexto del pre-justicialismo original marcaba que las divisiones
de los trabajadores no pasaban solamente por gremios socialistas, comunistas
o anarquistas, sino por ignotas organizaciones fantasmas que la oligarquía
(ella sí que actuaba en bloque) creaba para generar desorientación
en los obreros. De esta forma, la atomización solo jugaba a favor del
debilitamiento, cumpliendo el viejo adagio divide y reinarás.
Cuando el Coronel Perón llega a la Secretaría de Trabajo impone
la exclusividad sindical, donde se reconocía un solo sindicato pot
gremio ocupacional. Las finalidades eran varias. Por un lado, reducir y controlar
la cantidad de interlocutores que la clase trabajadora disponía y por
el otro diluir el poder de los pequeñas pero combativas agrupaciones
anarquistas y comunistas. Muchos de los socialistas se incorporaron en los
cuadros que el peronismo necesitaba. Férreo control de la clase trabajadora
y una interesante batería de medidas de justicia social era la forma
de establecer una revolución social en el marco del nacionalismo católico
moderado. Por primera vez, los dueños del país enfrentaron un
tandem difícil de derrotar.
Desde el derrocamiento de Perón hasta la caída del Proceso de
Reorganización Nacional de Videla, Viola, Galtieri y Bignone, el sindicalismo
se debatió en una dura resistencia de base, a pesar de lo cual perdió
muchas de sus conquistas y su nivel de vida.
Ya en la democracia, el Presidente radical Raúl Alfonsín quiso
debilitar al movimiento obrero organizado con un proyecto de Ley Mucci que
no llegó a lograr, pero apelando al descrédito de una dirigencia
sindical que en los 70, durante el gobierno constitucional de Isabel Martínez
de Perón se corrompió como nunca antes. Sin embargo, fue Carlos
Menem, quien en un festival de dinero extranjero y con su máscara
de peronista destruyó las obras sociales y las organizaciones obreras
y sociales.
Allí, en ese momento, dos personajes se destacaron. Por un lado, el
camionero Hugo Moyano constituyó el primer polo de resistencia al menemismo.
Cuando el mandatario nacido en La Rioja destruyó la red ferroviaria
para favorecer a las empresas privadas de transporte automotor, no imaginó
que creaba un nuevo polo de poder. Con sus gestos toscos y acompañados
por muchachos grandes de físico, muy característico de los choferes
de camión, se los empezó a llamar los gordos, en
un apelativo que luego se llevó a los dirigentes de gremios pesados.
Sin embargo, nadie la podrá quitar el mérito de reclamar por
los derechos de los trabajadores en medio de una política en favor
de las clases altas y en un contexto de violento y provocado aumento de la
pobreza. Ante una CGT dócil a Menem, Moyano crea el Movimiento de Trabajadores
Argentinos (MTA), que se convirtió en una organización molesta
a los intereses neoliberales.
Por otro lado, una de las mayores resistencias que se recuerden a Menem fué
la carpa docente, que durante meses vió desfilar a los maestros en
huelga de hambre reclamando por una educación pública que fué
vaciada en todos los sentidos (en un proyecto que en la Ciudad de Buenos Aires
continúan el empresario Mauricio Macri y Gabriela Michetti, Jefe y
Vicejefa de Gobierno). Si bien la cara visible del reclamo era Marta Mafei,
Hugo Yasky formó parte de la gesta de los educadores, quienes recibieron
durante su estadía en Entre Ríos 50 (frente al Congreso
de la Nación) a los más renombrados personajes de la cultura
y la política. Junto a varios dirigentes, con la figura mediática
del estatal (ATE) Víctor De Gennaro fundaron una nueva central obrera.
La CTA procura diferenciarse en el aspecto de dirigencias obtenidas por procesos
democráticos más participativos, con la novedad de incluir también
a los desocupados y trabajadores libres no orgánicos. Aunque más
pequeña que la CGT, tiene una importante cantidad de gremios en su
interior.
Cuando la semana pasada los incidentes entre el sector Rosario y el sector
nacional del gremio ATILRA de los trabajadores lecheros fue utilizado por
la prensa pro-empresaria como un enfrentamiento entre CGT vs CTA, los dos
Secretarios Generales se mostraron y emitieron un comunicado en conjunto.
Este y otros gestos, en los que ambos Hugos se reconocen mutuamente como luchadores
contra los neoliberales, en contraposición de los gremios entregistas
empiezan a marcar un nuevo espacio que podría crearse.
Desde la CGT, con una conducción mas centralizada, la voluntad de unión,
aunque más no fuera en una superconfederación de
centrales obreras es más clara. En la CTA, por el contrario, empiezan
a competir los proyectos de organización nacional de trabajadores de
Yasky con los intentos presidenciales próximos de De Gennaro, quien
hizo un proto-lanzamiento en la Constituyente Social que recientemente
se realizó en el norte argentino con más de seiscientas organizaciones
sociales. Sueña con ser el futuro Lula nacional y su poder
dentro de la central frena a toda la estructura. Es entendible lo que dice
el dirigente de Lanús cuando manifiesta que se terminó el tiempo
de delegar en los políticos lo que son los proyectos proletarios. De
hecho, los empresario dejaron de tener marionetas al estilo Alsogaray y empezaron
ellos a tomar sus riendas (basta con ver a Mauricio Macri, Horacio Rodríguez
Larreta, Roberto Urquía o Francisco De Narváez entre otros).
Pero a pesar de las trincheras y tribunas que sostuvo en su vida, no se atreve
a despegarse a su amigo personal, pero traidor de las causas populares como
es el caso de Eduardo Buzzi quien hasta escribió para la agencia de
noticias de CTA (ver http://www.agenciacta.org.ar/article5963.html).
La unión es necesaria e imprescindible, aunque no fuera en la lucha,
aunque más no sea manteniendo la independencia de las estructuras,
porque nunca se sabe que puede ocurrir, pero sí uniendo reclamos, que
son los mismos.
DICIEMBRE 2008-12-12
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