Por Daniel do Campo Spada
Las
crónicas nos muestran fotitos de niños quemados, que al momento
de su entierro parecen despiertos y maquillados. Ese efecto lo provocan las
bombas de fósforo. El pánico los hace morir con los ojos abiertos,
quizás aferrados a madres o padres que (si tienen suerte) también
mueren en ese momento. Las familias empiezan a morir juntas, ya que se juntan
en las casas más grandes para sobrevivir al horror, al hambre, a la
falta de medicamentos, a las noches sin luz. Los misiles israelitas los sorprenden
a todos juntos. Si vemos las crónicas de TV Mundus podemos tomar las
dimensiones de la tragedia. Esos que mueren son palestinos. Igual que Jesús.
Los que tiran son judíos. ¿Podemos culpar a la religión
de la masacre? ¿Desde David para acá no han sido los judíos
violentos y propensos a la guerra? ¿No han expulsado a los palestinos
cuando luego de la segunda guerra el sionismo impuso ese territorio que quieren
llamar Israel? En la Argentina, los sitios de la Asociación Mutual
Israelita Argentina (AMIA) y la Delegación de Asociaciones Israelitas
Argentinas (DAIA) solo piden justicia para el atentado a su Embajada y la
mutual de Buenos Aires, pero ni una palabra para los miles de muertos que
han provocado en Egipto, Siria, Líbano y Palestina. ¿La muerte
de un palestino no vale lo mismo que la de un judío?
Los judíos ocupan un espacio relevante en los ámbitos de la
cultura y los medios de comunicación. Su presencia en los espacios
de la literatura, la televisión o la educación es impresionante.
Tienen un lugar que se han ganado en función a su capacidad. Su exposición
es superior al porcentaje de la población que vive en nuestro país.
¿Cómo es posible entonces que sean tan pocos los judíos
que denuncien lo que está pasando? ¿Están de acuerdo
con las matanzas? ¿No es equivalente a que los católicos justifiquemos
la inquisición, el holocausto u otras persecuciones aberrantes que
se hicieron en nombre de nuestra religión?
Claro que hay excepciones, y seguramente nos estamos perdiendo de algunas.
Los colegas Hugo Presman y Gerardo Yomal que conducen el magistral ciclo El
Tren (AM 740), las publicaciones del Grupo Spolky y hasta el concertista
Daniel Barenboim. ¿Pero, y el resto de los artistas e intelectuales
judíos de los que como argentinos nos sentimos orgullosos, donde están?
¿Están de acuerdo con esto que parece repetir algunas partes
de su propia historia?
León Rozitchner se perdió en Página 12 del 4 de enero
(Plomo fundido sobre la conciencia judía) la oportunidad
de salvar la imagen que el judaísmo da ahora, cuando en su nota termina
acusando al pretendido estado de Israel como agresor porque ...¡se cristianizó!
¿Olmert, Sharon, Livni son cristianos acaso? Esta es una aberración
como decir que en la inquisición los judíos perseguidos se lo
merecían porque nos pusieron nerviosos o que Franco era
un digno defensor de la catolicidad. ¿No aprendimos nada en estos siglos?
Una vieja teoría dice que los chistes de judíos solo pueden
ser contados por judíos. De lo contrario se corre el riesgo de ser
tildado de antisemita. Sabemos que el celo para hablar en contra de la comunidad
judía es algo muy presente e intimidante. Se puede hablar de sacerdotes
católicos pederastas, evangelistas corruptos, pero nadie se atreve
a decir media palabra de un rabino por ejemplo. Si ellos son los que tienen
más libertad para opinar de lo que quieran, ¿por qué
no utilizan ese poder?
Los judíos argentinos tienen medios. ¿Por qué no aparecen
en la proporción que su fama les permite? Un viejo adagio dice que
quien calla otorga. ¿Otorgan lo que está ocurriendo?
ENERO 2009-01-06
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