Por Daniel do Campo Spada
Quienes
abandonaron sus terruños rurales o agropecuarios y probaron suerte
en las ciudades, siempre recuerdan los hostiles que son los entornos urbanos.
Por el contrario, quienes vivimos en poblados camperos pero nos hemos criado
en la Gran Ciudad de Buenos Aires, notamos la existencia de una violencia
patrones-peones que parece naturalizada. El maltrato y la humillación
del empleado de campo es una agregado que un obrero de la ciudad no tiene,
aunque en ambos casos son explotados económicamente.
La palabra patrón, que parece tan inocente, esconde un
conjunto de significados que un tradicional significante parece esconder.
El principal es el de capanga, dueño de la
vida y hacienda. Quien desafíe una humillación del señor
se condena al destierro, siendo condenado a los suburbios marginales de la
ciudad más cercana porque acá no trabajás más.
El acá es equivalente a ese productor como a todos los
terratenientes conocidos. Por defender su dignidad, debe separarse de su clan
familiar, que probablemente venga siendo explotado desde hace varias generaciones.
La prepotencia del que tiene, los convierte en reyes terrenales. San Juan
Crisóstomo decía que no es la pobreza lo que humilla,
sino la riqueza (San Juan Crisóstomo, Ricos y Pobre, sermones
sobre la cuestión social, Buenos Aires, Lumen, 2006, Pág
15). La literatura argentina rara vez muestra estos atropellos (con excepciones
de Juan Moreira o Don Segundo Sombra) porque el espíritu corporativo
de las clases acomodadas prefiere ocultarlo. Los norteamericanos, por el contrario,
inmortalizaron la figura de La Ponderosa, donde un añoso terrateniente
y sus hijos eran casi la representación de monjes chacareros. El Martín
Fierro de José Hernández tardó más de un
siglo en entrar en el canon de lecturas escolares. Las ilustraciones brillantes
de Florencio Molina Campos apenas son un reflejo de almanaque que no muestra
esa prepotencia habitual de los patrones.
El prepotente no soporta que alguien se le pare en dos patas,
término campero que remite a cuando un caballo adopta esa posición
en una pelea. Su cohorte de matones a sueldo o por temor, rara vez deja que
un peón llegue a esa situación. Por eso, cuando en la política
quieren defender sus intereses actúan de la única forma que
saben: con prepotencia.
Durante los últimos años han cortado rutas, decidiendo quien
pasa y quien no, con un muerto en una ambulancia incluido que no pudo llegar
a un centro asistencial para combatir un coma de hipoglucemia. Le pegaron
al Diputado Agustín Rossi y su hermano en plena calle, cuando algunos
meses antes había agredido el frente de su casa bajo el mensaje (te
vas a arrepentir, no vas a poder volver a tu pueblo), la burla de la
figura presidencial, la toma violenta de un banco, etc. Se creen los dueños,
actúan como tales y creen que porque tienen dinero son señores.
Al maestro de escuela Luis D'Elía, que organizó uno de los movimientos
mas dignos de los últimos tiempos como es la Federación Tierra
y Vivienda, donde desde la pobreza y la marginalidad a la que el sistema los
quiso condenar luchan por un futuro próspero desde lo humano viven
hostigándolo desde el sarcasmo o la burla mediante e-mails masivos.
Eso le molesta a un terrateniente. ¿Quién es un pobre para reclamar?,
dicen en los atildados cenáculos de los barrios altos (porque
en los bajos están los pobres). Se creen superiores por lo superfluo
sin imaginar que a la vista de Dios tendrán que rendir cuentas cuando
termine esta vida. Y mientras no termine, impropia imagen dejan en los ciudadanos
que (a pesar de ellos) tienen el suficiente criterio de independencia para
ver el egoísmo de unos pocos que se creen distintos de los muchos.
redaccion@tvmundus.com.ar
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MARZO 2009-03-01