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La carne y sus precios especulativos.

Por Daniel do Campo Spada

La carne, junto a la yerba mate, es un elemento esencial en nuestra dieta cotidiana. Aunque en la actualidad no onsumimos la cantidad de kilos por habitante que acostumbrábamos, ello responde entre otros aditamentos a algunos cambios en la cultura gastronómico sanitaria en la que ingresaron a nuestro discursos palabras como colesterol, uremia, presión arterial y obesidad. Pero mas allá de las precauciones que hoy tomamos ante la decisión del alimento a ingerir, nadie ha destronado al elemento cárnico de ese podio que obstenta desde hace más de un siglo. La estadística muestra que mientras en el mundo se consume (en los paises de buen poder económico) un promedio de 60 kg anuales por persona, mientras que aquí estamos en los 721 por habitantes. Ello indica que ingerimos,38 kg por semana. Claro que las estadísticas son socialistas e igualitarias mientras que la realidad no es tan pareja. Decía un viejo profesor que si hay dos habitantes y uno de ellos come un pollo y el otro ninguno, para la estadística disfrutaron de un pollo cada uno. La pregunta que nos hacemos es qué está ocurriendo cuando al abordar un mostrador esa decisión no está influida por el consejo de un nutricionista sino por restricciones en nuestro poder adquisitivo, aún a pesar de estar atravezando el mejor período en empleo desde hace también un siglo. Otra de las preguntas que el común de las personas se hace es por qué un gran productor de alimentos como nuestro país debe pagar el precio a nivel de exportación. Enfrentar un mostrador implica estar dispuesto a pagar entre $ 35 y $ 48 pesos por un kilo. Demasiado para salarios que no están creciendo a esa velocidad.
Entre el año 2002 y el 2010 la carne aumentó un 600 % mientras que el dólar no supera el 450 %. Si la exportación es la excusa, nadie puede explicar racionalmente por qué el precio de mostrador tuvo esos golpes al bolsillo. El papel de la soja en el amplio margen de rentabilidades hizo que muchos de los productores liquidaran las cabezas de las que disponían y se volcaran a un producto seguro, rápido gracias a la siembra directa y con ventas al exterior concretadas antes de caminar el campo. Pero decir simplemente que esa es la causa sería ser ingenuo. Muchos productores saben que en épocas de lluvia retienen ganado con la excusa del transporte, pero en realidad con la restricción de oferta suben el precio mientras las vacas engordan mejor gracias a las mejores pasturas que brinda el agua.
Mientras que el Presidente de la Sociedad Rural (SRA), Hugo Biolcatti amenazaba en el 2008-2009 que para el Bicentenario íbamos que traer carne del Uruguay, en 2010 se demostró que los ganaderos argentinos ganaban mucho más que su pares rioplatenses. Mientras en Argentina el kilo del novillo se negociaba a u$s 1,41 en la plaza de Montevideo el mismo era de u$s 1,30. Eso hizo que se volviera a invertir en vacas tras la gran matanza de los años mencionados atentos a liberar los campos para el mencionado vegetal transgénico.
La Secretaría de Comercio que encabeza Guillermo Moreno implementó un plan llamado “Carne para Todos” que consiste en asegurar una cadena de comercialización que tiene como base a los municipios y supermercados adheridos. Cuando un frigorífico no logra colocar parte de su producción por motivos justificados, el Gobierno Nacional pone en funcionamiento esa red con cortes populares, pero esto adolece de un problema. Los intendentes tienen acuerdos con carnicerías minoristas particulares pero en un hecho desgraciado (que veninos denunciando desde hace veinte años en las página de Eco Informativo) el poder discrecional de las ventas lo tienen los supermercados. Generalmente de capitales extranjeros boicotean los espacios destinados al plan para forzar desesperación en los productores y poner presión a la baja en los precios de exportación hacia sus países por un lado y para no perder los márgenes que le generan en sus mostradores los cortes caros.
En TV Mundus hemos publicado declaraciones de Alberto Fantini de la Federación de la Carne, admitió que en los últimos tres años se han perdido cerca de siete mil puestos de trabajo directos, con un impacto negativo que aumenta si se agrega los distribuidores y almacenadores que también caen. Incluso los que conservan su trabajo lo hacen al compás de la Cuota Hilton (exportaciones pactadas con la Unión Europea) teniendo jornadas extras generalmente mal pagas en el momento de la demanda y cesación o suspensión de servicios cuando solo queda atender el mercado local.
La Cuota Hilton permite al país (no necesariamente al Estado) ingresar cerca de u$s 336 millones si es que se logran “juntar” las 28.000 toneladas de cortes de alta calidad, algo que solo trastabilló en el período 2001-2002 con el 92,47 % de lo requerido. Desde 2002-2003 nunca se bajó del 99,5 %. El problema que esta instancia ha generado que por su alta rentabilidad la mayoría de los frigoríficos ha apostado a la exportación descuidando un mercado interno que se ha convertido gracias a la reactivación laboral de la última década en altamente demandante. Esta presión del mayor poder adquisitivo sobre los precios no es exclusivo de la carne, aunque sí es el lugar más sensible.
El semanario troskista Prensa Obrera dice que desde 2003 hasta acá se han perdido 13.000 puestos de trabajo en la industria de la carne aunque ello se contradice con el acuerdo que en marzo firmó la Presidenta Cristina Fernández con los grandes frigoríficos para que aumenten la producción de cortes propios para el mercado nacional evitando de esta manera depender de las exportaciones, fluctuantes desde la crisis económica de Europa. El mismo medio insiste en que la empresa brasileña J.B.S. dueña de la marca Swift (enlodada en un escándalo por corrupción durante la administración de Carlos Menem al frente de la Presidencia argentina y Terence Todman a cargo de la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires) cerró cinco de sus seis plantas, dejando en funcionamiento solamente la de Rosario, con seis mil empleados pero que trabaja a media máquina.
Ya en el 2009 las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Salta y Neuquén encararon un plan para fomentar la industria de la carne (vacuna, caprina y ovina)9 a través de préstamos provinciales como forma de contrarrestar el retroceso al monocultivo al que forzaba la rentabilidad de la soja. Todavía estaba fresco el intento destituyentes de las organizaciones terratenientes y la idea era fomentar un sector agropecuario que genera mayor valor agregado. De todas formas, tres años después el resultado ha sido incierto y las cabezas de ganado sigue sin crecer a pesar del aumento de población. En la década del 70 había casi dos cabezas de ganado por habitante (50 millones) y hoy no se llega a una por cada persona de a pie en el país (48 millones), con el agravante que el poder adquisitivo de los salarios hoy es superior al de fines de aquella década.
En Rosario implementaron en 2008 el Rosgan, que son remates televisados de ganado por medio de la Bolsa de Comercio de Rosario, evitando trasladar la hacienda con lo que ello implica en gastos y al mismo tiempo juntar ofertas para satisfacer grandes demandas (generalmente de exportadores o de supermercados). Ya en 2010 creían que de esa manera, con ese gran ahorro criar vacas podía volver a ser negocio, aún a pesar de las sequías de 2009 y 2010. Sin embargo los lotes siguen apuntando a sectores de alto poder adquisitivo pero no para los mostradores de la mayoría de la población.
Mientras el mundo vive la crisis de la alimentación mas grave, aún a pesar de que las tecnologías pemitirían darle de comer a seis veces la población mundial, en Argentina aún no incorporamos en forma fehaciente el concepto de soberanía que ya hemos trasladado a YPF en el tema energía por ejemplo. Venezuela, sin ir mas lejos, ya trabaja sobre la “soberanía alimentaria” que incluye dos puntos esenciales tales como oferta y poder de consumo.
En el resto del planeta cerca de mil millones de personas (uno de cada siete) pasa hambre, de las cuales las Naciones Unidas solo asistirá al 10 % con una inversión real de apenas u$s 2.600 millones. Si nosotros exportamos cerca de u$s 4.000 millones solamente en soja, ¿cómo es posible que no exista la posibilidad de fácil acceso a alimentos de calidad? El despido de operarios cuando hay mercado local disponible es una clara mentalidad especulativa de los productores que prefieren ganar más con menos esfuerzo, presionando de paso al gobierno al que quisieron destituir con la sedición de 2008-2009.

do Campo Spada, 2012 (C)
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