Colombia se da una oportunidad
para la paz.
Por Daniel do Campo Spada.
El Presidente de Colombia Juan Manuel Santos y la dirección de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) admitieron que el próximo
5 de octubre en Oslo harán un anuncio público en el que anunciarán
la formalización de conversaciones para terminar con la guerra civil
más vieja del continente. En las últimas horas el ELN, segundo
grupo insurgente del país, podría sumarse a esta nueva mesa
de negociación. Cuba y Noruega son los países garantes del acuerdo
y Chile y Venezuela los acompañantes. Gracias a que Estados Unidos
no está metido en ese círculo se abre la posibilidad de terminar
con una lucha que se ha empantanado en un virtual empate bélico en
el que día a día mueren más civiles.
Desde mayo del 2012 funcionarios del Palacio de Nariño y la conducción
de las FARC comenzaron a establecer un puente para terminar un conflicto que
fue reducido a lo bélico. A pesar de la violenta gestión del
ex Presidente Álvaro Uribe con el corolario del Plan Colombia y las
siete bases estadounidenses en el territorio, el Ejército Nacional
jamás pudo avanzar en la selva de los territorios liberados al tiempo
que esta no avanza sobre los espacios urbanos mas allá de algún
atentado aislado. En el ínterin, se debilitaron el narcotráfico,
con sus carteles trasladados a la puerta del principal consumidor que es Estados
Unidos. Hoy es México la narconación del continente.
Este intento podría emparentarse con el intento del ex Presidente Andrés
Pastrana que entre 1998 y 2002 desmilitarizó un tercio del territorio
que de hecho dominaban las FARC conducidas por su mítico líder
Manuel Marulanda Vélez, aunque tiene cuestiones muy distintas. Por
empezar, no se detienen los combates ni se cede nada del territorio, pero
a diferencia de aquel intento participan países latinoamericanos y
el híbrido internacional de Noruega. En esta ocasión el Presidente
Santos, prometió empezar a implementar políticas sociales pedidas
por la guerrilla así como replantear la tenencia de la tierra para
evitar que los terratenientes se encarguen de sostener ejércitos privados
de injusticia social. Al mismo tiempo, al ser el mandatario el ex Ministro
de Defensa de un gobierno de ultraderecha como el de Uribe, lo valida como
habilitado, desestimando todos los intentos que los pro-Washington intentarán
hacer o boicotear acusando de izquierdista al jefe de Estado por negociar
con la guerrilla comunista.
Las FARC ya habían intentado una participación política
pero los asesinatos de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) ligadas a
Uribe, con un saldo de más de 500 importantes militantes muertos abortó
el intento pacificador y la integración de la guerrilla en la vida
política. Hoy se volvería a intentar, mas allá de que
los sicarios enviados por Barack Obama estarán esperando a la vuelta
de la esquina. Todo hace desear que se repita la experiencia positiva de los
insurgentes del M-19 que hoy tienen el alcalde de Bogotá (Gustavo Petro)
el Presidente de la Cámara del Congreso (Augusto Posada).
En el Partido de la Libertad, de derecha y en el gobierno vieron que figuras
como la de la ex Senadora Piedad Córdoba, líder de la organización
Colombianas y Colombianos por la Paz tenían cada vez más fuerza
en la opinión pública. La dirigenta de los Derechos Humanos
no solo fue logrando una a una las liberaciones de prisioneros de las FARC
sino que el gran paso lo dio cuando este año dejó a todos los
presos civiles en libertad. Con la difusión en garantía a través
de la cadena televisiva Telesur y el apoyo permanente de Brasil en logística
(militares y helicópteros) fue abriendo un espacio de deseo de paz.
Después de cincuenta años, sus connacionales quieren terminar
con la guerra.
Por el gobierno están negociando el Ministro de Medio Ambiente Fran
Pearl y el asesor de seguridad de la Presidencia Sergio Jaramillo, mientras
que por la insurgencia están Rodrigo Granda y Mauricio el Médico.
La mesa tiene en tratamiento seis puntos que consisten en la desmovilización
de las FARC (compuesta por 9.500 hombres y mujeres armados), la participación
política de la guerrilla, la reparación a las víctimas
(principalmente a los desplazados) y un plan de leyes para la tenencia de
la tierra, esencial en un grupo que se ha movido en sectores campesinos.
Las próximas semanas serán decisivas para que el proceso no
se interrumpa ante posibles boicots desde sectores muy bien identificados
tales como la burguesía colombiana, los traficantes de armas, los narcotraficantes
y fundamentalmente Estados Unidos que teme que un República de Colombia
pacificada deje de ser su gendarme en la región abandonando su rol
títere y funcional a la superpotencia.
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do Campo Spada, 2012 (C)
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SEPTIEMBRE 2012-09-01
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