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Director: Lic. Daniel do Campo Spada (2000-2010)
18 de noviembre de 2010Guantánamo va a seguir abierto en el futuro inmediato, le dijo esta semana un funcionario no identificado de la Casa Blanca al Washington Post. Para tener un ejemplo de cómo proceder con la tristemente célebre base naval estadounidense en Cuba, el Presidente Barack Obama debería fijarse en un viejo edificio de la armada argentina en Buenos Aires.
Por Amy Goodman
Guantánamo
va a seguir abierto en el futuro inmediato, le dijo esta semana un
funcionario no identificado de la Casa Blanca al Washington Post. Para tener
un ejemplo de cómo proceder con la tristemente célebre base
naval estadounidense en Cuba, el Presidente Barack Obama debería
fijarse en un viejo edificio de la armada argentina en Buenos Aires.
Cuando Ana María Careaga tenía 16 años y estaba embarazada,
matones de las Fuerzas Armadas argentinas la secuestraron en la calle, la
llevaron a un centro clandestino de detención y la torturaron durante
cuatro meses. Era el año 1977 y las Fuerzas Armadas acababan de dar
un golpe de Estado en Argentina. Treinta mil personas fueron desaparecidas
entre 1976 y 1983 por la brutal Junta Militar en Argentina. La Junta gozaba
del apoyo entusiasta del entonces Secretario de Estado de Estados Unidos,
Henry Kissinger, a quien se le atribuye haber autorizado la creación
de una red de terrorismo de Estado integrada por varios gobiernos militares
de la región y denominada Plan Cóndor que asesinó
a 60.000 personas en América del Sur.
Décadas más tarde, Argentina salió de la dictadura
y de la reciente debacle económica como una de las nuevas democracias
progresistas de América Latina. Ana María Careaga, que ahora
tiene 50 años, es la directora del Instituto Espacio para la Memoria
en la vieja Escuela de Mécanica de la Armada en pleno Buenos Aires,
donde 5.000 personas fueron detenidas, torturadas y, en su mayoría,
luego fueron asesinadas. El objetivo del instituto es preservar la memoria
de este capítulo nefasto de la historia argentina.
Ana temía perder a su bebé. Entre los horrores que tuvo que
soportar se cuentan reiteradas descargas eléctricas con una picana
en la vagina. Mientras estaba detenida, su madre, Esther Careaga, se unió
a otras madres de jóvenes que habían sido desaparecidos. Se
reunían en la Plaza de Mayo, llevando las fotografías de sus
hijos desaparecidos y marchaban en círculo para concientizar, protestar
y lograr apoyo internacional contra la violencia y el terrorismo de Estado
argentino.
Luego de que Ana fue liberada y recibió asilo político en
Suiza, Esther Careaga no dejó de marchar alrededor de la Plaza de
Mayo. Estuve en Buenos Aires esta semana y le pregunté a Ana por
qué: Cuando yo salí en libertad, mi mamá volvió
a la Plaza de Mayo y las madres le dijeron 'qué hacés acá
si vos ya recuperaste a tu hija' y ella dijo 'yo voy a seguir hasta que
aparezcan todos, porque todos los desaparecidos son mis hijos'. Eso mostraba
que lo de ella no era una búsqueda individual, sino una búsqueda
colectiva.
Esther Careaga, otras dos Madres de la Plaza de Mayo y dos monjas francesas
fueron desaparecidas, torturadas y asesinadas entre el 8 y el 10 de diciembre
de 1977. Fueron llevadas a la vieja Escuela de Mecánica de la Armada,
donde con macabra sofisticación, el gobierno militar argentino llevaba
adelante lo que se conoce como "vuelos de la muerte": luego de
torturar a sus víctimas, las drogaban y, mientras estaban aún
con vida, apilaban sus endebles cuerpos en aviones. Los aviones sobrevolaban
las aguas costeras y lanzaban los cuerpos de las víctimas desde el
avión. Tiempo después, un viento y una marea poco frecuentes
arrastraron el cuerpo de Esther Careaga y de otras personas a la orilla,
y finalmente fueron identificados.
Desde el lugar donde su madre fue vista con vida por última vez en
el centro de tortura, Ana me mostró un libro que contiene un memorando
diplomático de Estados Unidos, obtenido en virtud de la Ley de Libertad
de Información. El documento demuestra que la embajada de Estados
Unidos en Argentina sabía que su madre había sido asesinada
y que su cuerpo había sido recuperado, cosa que Ana y su padre no
supieron durante décadas.
En la actualidad, los sobrevivientes de los campos de detención y
el gobierno argentino están juzgando, y en la mayoría
de los casos condenandoa muchos de los represores y torturadores (Kissinger
aún no fue juzgado, y se dice que toma muchos recaudos antes de viajar
al exterior para evitar ser arrestado). Ana asiste a dos juicios a la vez:
los lunes, martes y miércoles asiste al juicio de quienes torturaron
y asesinaron a su madre. El resto de la semana, en la misma sala de audiencias,
asiste al juicio de sus propios torturadores. Ella es un testimonio viviente
de la búsqueda paciente y disciplinada de justicia.
Lo que nos lleva de vuelta a Guantánamo. Mientras Estados Unidos
sermonea a Cuba acerca de su falta de democracia y mantiene el bloqueo contra
el país desde hace décadas, uno pensaría que debería
dar un ejemplo de democracia en la parte de la Isla que está bajo
su control. Sin embargo, instaló allí un campo de concentración
que ha recibido un enérgico repudio a nivel internacional, un territorio
kafkeano fuera del alcance de la ley.
El nuevo Relator Especial de la ONU sobre la Tortura está exhortando
a Estados Unidos a que investigue y condene la tortura cometida durante
el gobierno de George W. Bush. En la primera entrevista que brindó
desde que asumió el cargo como nuevo Relator Especial de la ONU sobre
la Tortura, Juan Ernesto Méndez dijo: Estados Unidos tiene
el deber de investigar todos los actos de tortura. Lamentablemente no hemos
visto muchas señales de que asuman responsabilidad. Méndez
tiene planes de visitar Guantánamo. Él mismo fue víctima
de tortura durante la dictadura argentina.
Hay todavía alrededor de 180 hombres detenidos en la Bahía
de Guantánamo, con cada vez menos perspectivas de ser juzgados algún
día por un tribunal real. Durante años fueron sometidos a
interrogatorios y aislamiento prolongado, lo que se considera tortura tanto
de hecho, como en términos legales. El Presidente Obama prometió
cerrar la prisión de Guantánamo. Es poco probable que el Congreso
financie ahora el cierre de Guantánamo y el traslado de los prisioneros,
lo cual deja al presidente encadenado a Guantánamo, condena a los
prisioneros allí a la detención y desesperación por
tiempo indeterminado, y profundiza la indignación con la que muchos
en el mundo miran a Estados Unidos.
Ana María Careaga es una sobreviviente de la tortura que trabaja
en el mismo lugar en que su madre fue torturada y donde pasó sus
últimas horas. Su consejo al Presidente Obama es simple: Cierren
Guantánamo.
© 2010 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Fernanda Gerpe y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 250 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.